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SEIS

La cuadra con sus baldosones endamados le acercaban ciertos juegos de la infancia. Los balcones de enfrente con su guardia de macetas pintando el otoño le recordaron que alguna vez en su niñez soñó un sitio similar.
Oprimió el timbre . Una voz contestó con sonido aséptico, poco familiar. Esperó. Cuando le indicaron, con decisión tomó el picaporte blandiendo todas las fuerzas que le quedaban, ante la próxima partida.
El lugar era curioso, con símbolos ajenos que despertaban inquietudes. Pequeñas figuritas contorsionadas en diversos huecos. Paños tapizando rincones umbrosos apenas agredidos por algún resquicio de luz. Almohadones, sillones, butacas y un camastro tapizado en cuero negro como señalando el destino de cada visitante.
El viaje había sido cargado de angustia y suponía que al avanzar, la pesadumbre sería menor y eso empujaba su continuidad.
Los primeros encuentros fueron de un remover instancias, había que desmenuzar toda la piel y era conciente que no se puede volar tomando el ala ajena, que el único vuelo posible era en su propio plumaje, y a esto estaba dispuesta.
Su borbotón de palabras era seguido con atención, mientras la angustia iba desgajándose en vertiginosos remolinos de ideas entremezcladas. No obstante, creía desplegar un damero de imágenes que la describían.
Como entre la niebla se sucedieron encuentros. Paulatinamente aportaron confianza. Se había instalado un vínculo que no por poco conocido dejaba de ofrecerle seguridad.

CINCO

Comenzaban las despedidas, el festejo, los proyectos compartidos, la ilusión, comenzaba.
En uno de esos momentos, tuvo un diálogo paralizante. La interlocutora había sido compañera de él en sus estudios.
Sin preámbulos le transmitió detalles agrios de una vieja relación, cargada de situaciones dolorosas y aunque sus oídos no pretendían escuchar , tuvieron que hacerlo.
Soportando la sorpresa, salió con las piernas cementadas. Cada paso era arrancado desde el suelo sujetando raíces fuertemente instaladas.
Ansiaba un refugio.
Limpiar su cuerpo de la miseria inesperada.
Aquel ser, había destilado odio y rencor; tanto, que era imposible no vibrar ante ese manantial de sentimientos.

SIETE

Seguramente el encuentro le ayudaría a entender.
Comenzó el monólogo y la referencia a las palabras paralizantes.
No despertó sorpresa. Por el contrario la narración pareció complacerle y como si faltara un corolario, desparramó explicaciones que ella no pedía, invadiendo hasta el silencio.
Sintió que pertinazmente destruían la figura que no estaba para explicar. Algo doloroso le ocurría, pero no pudo reaccionar y escuchó.
Salió. La noche entró en su cuerpo lentamente. En cada paso fueron desgranándose huellas. Caminó sin pausa hasta que la luna se escondió en el horizonte. Sería la madrugada. Había andado sin rumbo y volver a la realidad le obligó a salir de la marejada de palabras.
En el silencio parecía mas acuciante el sonido muerto de las heridas. Confundía la paz con el veneno, el perfume con la hiel o el infierno.
Un cuadro impensado tejía figuras en desprolijas variedades.
Finalmente durmió como refugio, clamando despertar para salir de la telaraña de fantasmas. La luz le devolvió la certidumbre de un nuevo esfuerzo para transitar y conservar la calma. Quería consolarse. Seguiría con su proyecto. Solo claudicaría ante la evidencia contundente de las palabras que no esperaba escuchar.

OCHO

La estación era amplia y compleja . Un laberinto de señales y luces parecían complicar el encuentro en el gentío. Su mirada recorría la urgencia de los pasajeros queriendo detenerse en la figura esperada y los minutos delataban su temor.
El tiempo arropó sus ideas y la imagen perfilada en el brillo de la hendija cómplice, la sorprendió.
Sus miradas impedían cruzar el océano que los enfrentaba. Solo un beso y un témpano pareció instalarse. Escuchó.
La misma historia nunca dicha era rechazada desde la confirmación y la confianza. Las palabras emprendieron un prolongado letargo, tratando de clarificar misterios. En un instante debía reconocer el triunfo de la telaraña .
Rearmarse para poder seguir , en un cielo solitario que cada vez parecía más distante del parral de los sueños.
El próximo tren de regreso la esperaba igual que su pueblo. Apenas si el aturdimiento de luces y campanas podían acercarla a imaginar lugares y un recomenzar más cierto.

DOCE

En las veredas soleadas, las yemas de septiembre, estallaban. Las comadres, en intercambio desalineado, desmenuzaban la osadía de la fuga con aquella mujer , el hijo y la antigua historia. Como al descuido, e intercalando miradas a los paseantes ocasionales, ponderaban la fortaleza de la muchacha y su regreso. El misterio preservaría en la imaginación, las razones del engaño.

ONCE

Caminaba sobre dolores callados, tratando de imprimir sentido a sus pasos.
Los interrogantes se amontonaban espinosos pugnando respuesta. Todo había sido tan sentido y fugaz que apenas si atinaba a creerlo. Sin rumbo llegó al paseo por la acequia. El mismo enjuto ser mateaba sin mirarla.
- El viento te abatió en su mezquindad, y has vuelto !
Pareció no escuchar , pero en su alma algo de la paz parecía recuperar efectos.
- Todo pasa, aún el viento .... deja correr la vida y continua , que el recuerdo será una pequeña mancha azul para poder seguir andando.